La hija impía.

Hubo una vez insurrecciones en la provincia de Kumaso y, cuando llegaron las noticias a la capital, el emperador estaba preocupado porque se trataba de una fuerza encabezada por Atsukaya y Sakaya que tenían a su mando a los ochenta valientes de Kumaso. Sin embargo, no quería encabezar una escaramuza que resultara en un baño de sangre, así que pidió ayuda a sus mejores consejeros.

Sus consejeros le informaron que entre estos valientes de Kumaso había un hombre que tenía dos hijas tan hermosas como fieras, así que le sugirieron que enviara regalos de gran valor a ambas y, mientras, el mensajero podía intentar recabar información valiosa sobre el enemigo por si llegaba el caso de sorprenderlos y reducirlos sin demasiados costes de vidas.

Así lo hizo el emperador porque por una vez hay uno sabio que hace caso a los que ha escogido para aconsejarlo.

Funcionó tan bien que no solo acudieron las dos hermanas completamente engañadas a reunirse con él, sino que el emperador se mostró muy proclive al cariño con la hermana mayor, Ichi Fukaya, a quien acabó seduciendo. Ella le aseguró que tenía un plan para sofocar la insurrección y que solo necesitaría dos soldados.

La hermosa mujer volvió a casa y se dedicó a emborrachar a su padre a base de sake caliente quedándose al poco tiempo profundamente dormido, momento que ella aprovechó para cortar la cuerda de su arco y uno de los soldados que la había escoltado aprovechó para asesinar al más valiente de Kumaso.

El emperador, cuando se enteró, mandó ejecutarla, horrorizado ante una hija que había mostrado tan impiedad hacia su padre.

La doncella de Unai.

Hace mucho, mucho tiempo, en la provincia de Setsu, vivía una joven famosísima por su belleza y que era llamada la doncella de Unai. Los jóvenes acudían a ella como abejas a la miel y no cesaban en su empeño de cortejarla, pero ella no atendía a las atenciones de ninguno. Tanto así que se fueron cansando uno a uno hasta que solo quedaron dos hombres muy semejantes el uno al otro que no dejaban de requerirla de amores y competir por su corazón sin dejar de visitarla y obsequiarla con los más ostentosos regalos.

Obviamente, los padres de la muchacha querían que ella se casara con uno de los dos, pero al ver que se mostraba muy indecisa decidieron organizar una competición de arco que consistía en tener que disparar a un ave. El día que se iba a celebrar ambos aparecieron con sus arcos y ambos hicieron disparos perfectos, quedando de nuevo en empate.

La incapacidad de decidirse torturaba a la doncella de Unai de tal forma que finalmente enloqueció y se arrojó a las aguas del río, pereciendo ahogada. Los dos jóvenes, al ver que su amada había muerto, perdieron también el interés en vivir y se tiraron con ella, falleciendo en el acto. Fueron enterrados a las orillas del río uno a cada lado de la doncella, lo que les permitió seguir juntos en la muerte.

La bola roja.

Un rey de Shiragi tenía un hijo llamado Ame no Hikoko que emprendió un viaje cruzando el mar y llegó a Japón desde Corea porque cuentan que había en el lugar una laguna llamada Agu donde en sus orillas una tarde estaba una mujer durmiendo la siesta cuando los rayos del sol, en forma de arcoíris, penetraron por sus genitales. Cerca de allí se encontraba un hombre absorto por lo sucedido que se quedó a presenciar el acontecimiento. Cuando ella despertó se dio cuenta que estaba embarazada y dio a luz una bola de color rojo, lo más normal del mundo, claro. El hombre se acercó entonces y le pidió a la mujer la bola que ella cedió encantada deseosa de quitarse aquello de en medio.

Este hombre era propietario de unos arrozales en el valle por lo que un día cargó un buey de víveres y provisiones para sus trabajados, sin embargo, durante el trayecto, se encontró con el metiche príncipe Ame no Hikoko que le pareció muy raro que el buey cargara con esa comida y estaba dispuesto a encarcelar al pobre hombre hasta que este le ofreció la bola roja a cambio de su libertad.

El príncipe se mostró complacido y, cuando regresó a su casa, dejó la bola de color rojo en su cama, al instante se transformó en una joven de tal belleza que Ame no Hikoko no tuvo ningún problema en casarse con ella y convertirla en su esposa principal. Fueron muy felices hasta que un día, enfadado, la ofende gravemente y ella decide marcharse de vuelta a Namiwa. Furioso sale en su búsqueda, pero cuando está a punto de llegar el dios Watari se interpone en su camino y ya no puede continuar, herido en su orgullo pasa por la región de Tajima donde además de otras esposas consigue una serie de objetos que son llamados los Tesoros de Tamatsu y constan de dos collares de perlas; cuatro pañoletas: una capaz de levantar las olas, otra que las aplaca, otra capaz de levantar el viento y otra con el poder de domarlo; también trajo dos espejos: uno de Okitsu y otro de Hetsu.


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