Érase una vez el dios de la creación que vivía dentro de una flor de loto…

Northrop Frye define los mitos como historias que describen a una sociedad lo que es importante que conozca acerca de sus dioses, de su historia, de sus leyes o de su estructura social. Por lo tanto, la mitología de un lugar nos da información tanto de la realidad de los hechos políticos como de los deseos de las personas que la formaban y que impregnaban cada parte de sus historias. Y, está claro, Egipto no podía quedarse atrás cuando fue pionero en un amplio número de campos sociales, políticos y culturales.

Hay muchos mitos para explicar la creación del universo egipcio, en esta entrada iniciativa con la que inauguramos la sección vamos a fusionar dos de ellos porque uno me parece sencillamente precioso y el otro… bueno, no deja indiferente a nadie.

Resulta y acontece que el nenúfar cierra su flor y arrastra el capullo bajo la superficie del agua una vez que llega el atardecer y al amanecer los rayos del sol lo impulsan nuevamente a la superficie donde vuelve a abrirse y exponer toda su belleza. Por eso los egipcios lo relacionaron con la salida del sol. Cuentan que el mar era infinito y recibía el nombre de Nun, incapaz de ser abarcado con solo un vistazo, cubierto por una espesa y amplia oscuridad donde no existía ningún atisbo de vida hasta que emerge de las profundidades una enorme y preciosa flor de loto que otorgó luz al mundo. Los pétalos de la flor irradian luz desde dentro hacia fuera, igual que las flechas de luz solares, por lo que el simbolismo crece y la flor recibe el nombre de El espíritu de Ra. No es de extrañar que convirtieran la flor de loto en símbolo político del Alto Egipto.

Ra emerge de las aguas de Nun y se crea a sí mismo, englobaba tanto los principios femeninos como los masculinos, por lo que antes de él nada existía, nada había sido creado, nada había sido pensado. Tan omnipotente era que deseó tener existencia física y la consiguió.

Lo que viene a continuación es, probablemente, lo más extravagante y peculiar que he leído acerca de la creación y considero que, siendo esta ya la tercera mitología que estudio en profundidad, es algo a tener en cuenta.

Los textos de las pirámides más algunos detalles que los grandes investigadores han conseguido recopilar a lo largo de los años nos dicen que «Ra se masturbó a sí mismo en On. Tomó su miembro con firmeza hasta que alcanzó el orgasmo y así nacieron los gemelos Shu y Tefnut». Pero no termina aquí, si terminara así mis palabras anteriores perderían su sentido pues ya hemos visto una diosa nacida por un falo arrancado. Abrazó su propia sombra durante este acto y derramó la semilla en su propia boca (no me digan que no es fuerte), una vez que los gemelos estuvieron totalmente formados los escupió: Shu sería dios del aire y Tefnut diosa de la humedad. Con este acto la luz se expande por el mundo y se dispersa el caos causado por el vacío y la oscuridad.

Ra crea un ojo y lo envía para buscar a Shu y a Tefnut, pero claro, necesita un segundo ojo para continuar con la creación. ¿Les suena? Recuerda un poco a Odín mandando a Memoria y Pensamiento a los confines del mundo para comprobar hasta dónde abarcaba. El caso es que el primer ojo vuelve y se enfurece al ver (ba dum tss) que ha sido sustituido, por lo que Ra se encuentra en la obligación de otorgar más poder a uno que a otro: los hace ojo del sol y ojo de la luna (los astros), pero, además, convierte al ojo solar en una cobra con el cuerpo alzado que Ra usará más tarde para protegerse de sus enemigos. Esta cobra se convierte en símbolo de los reyes cuando deciden unir las dos coronas (Alto y Bajo Egipto) para así tener más poder.

Ra lloró y con esas lágrimas nacieron los hombres y mujeres que formaron la humanidad. Mientras estaba centrado en su perreta, Shu y Tefnut se comprometen como marido y mujer y nacen Geb, dios de la tierra, y Nut, diosa del cielo, fuertemente abrazados. Shu los separa, no vaya a ser que cojan el incesto por costumbre (sarcasmo), y alza a Nut sobre la tierra quedando el universo tal y como los egipcios lo conocían:

El cielo y el aire suspendidos sobre la tierra, separada de los otros.

¡GESTADA LA TRAICIÓN, RA SE ENTERA! Porque él consideraba a Nut su esposa, pero ella estaba enamorada de Geb, así que como venganza formula una maldición y la diosa es incapaz de concebir descendencia. Desesperada pide ayuda a Thot (bueno, Yanira, ¿y este de dónde sale? Queridos, dejemos algo para más adelante) que había estado jugando a las damas con la luna y ganó para sí mismo sesenta doceavas partes del día. Si para los egipcios el año ya tenía trescientos sesenta días, gracias a Thot se completa el año tal y como lo conocemos actualmente pues esas partes se unen hasta cumplir cinco días más. Sin embargo, no se consideran parte del año natural por lo que la maldición de Ra no surte efecto. ¿Y qué significa eso? Pues que Nut y Geb se lo montan como conejos y el primer día nace Osiris, el siguiente Horus el Mayor, el tercero Seth, el cuarto Isis y, el último, Nephthys. De esta forma se crea la Gran Enéada y, entorno a ella, los egipcios establecen toda su mitología.

En las próximas entradas los conoceremos mejor tanto a ellos como a otros dioses que no forman parte de a Gran Enéada, pero que son igualmente importantes.