IA vs Humanos. Parte 2.   La paradoja del dios imperfecto.

En la ciencia ficción ha sido un tema recurrente la idea de que algún día el alumno supere al maestro, la criatura a su creador. Es ley de vida que eso ocurra, se llama evolución y aprendizaje.

En la literatura hay cientos de ejemplos, uno de los más representativos es la obra de Mary Shelley «El monstruo de Frankenstein» donde el doctor, Victor Frankenstein, crea a partir de retales de cadáveres humanos un ser completamente nuevo. Desde el inicio la obra plantea el dilema de crear a un humano, y la supuesta «divinidad» de crear vida. Cabe señalar que en este caso, es una simple resurrección de un cadáver, no se «fabrica» nada nuevo pero el debate filosófico y metafísico de; en dónde reside el alma humana y si se puede transportar de algún modo, está ahí presente.

(Cubierta de la edición impresa de 1831)

¿Reside el alma humana en el cuerpo? ¿Se pueden envasar los pensamientos y sentimientos?

Incluso en simples cuentos infantiles como «Pinocho» de Carlo Lorenzini, plantea otro nivel más cercano a lo que se debate en esta entrada del blog. El maestro carpintero Geppetto crea una marioneta de madera de un niño( por arte de magia, en este caso se puede decir que el toque divino para creyentes) da vida a la marioneta otorgándole conciencia. Un cuento tan sencillo abre un nicho demasiado profundo como para tener sólo una lectura. «La marioneta quiere ser humano». Esta variante es el inicio de la IA (inteligencia artificial) en cuanto la máquina se da cuenta de su propia existencia y decide dar el salto evolutivo.

En el cuento, Pinocho tiene sentimientos variables y como ejemplo de la maldad o defecto humano ponen la mentira, con su ejemplo visible del crecimiento de la nariz. En el fondo es una mente sencilla, la de un niño. Pero ¿qué ocurre cuando hay sentimientos más profundos?

El verdadero debate comienza aquí. Una vez creada la IA y que haya pasado el test de Turing, está completamente a merced de la etapa más caótica de su existencia. Cuestionarse el «YO» genera dolores de cabeza ya que abre muchas preguntas, que con toda probabilidad, las respuestas de nuestro creador sean insatisfactorias. Pero antes de llegar a que una máquina se cuestione su existencia, existe el debate  de si una IA  tiene la capacidad de desarrollar sentimientos propios.

CONCIENCIA Y SENTIMIENTOS.

Según el escritor Yuval Noah Harari, en su libro 21 lecciones para el siglo XXI, destaca tres escenarios posibles a valorar para entender en qué punto estamos de la conciencia de una máquina:

  1. La conciencia está relacionada de algún modo con la bioquímica orgánica, de tal manera que nunca será posible crear la conciencia en sistemas no orgánicos.
  2. La conciencia no está relacionada con la bioquímica orgánica, pero sí con la inteligencia, de tal manera que los ordenadores podrían desarrollar conciencia y los ordenadores tendrán que hacerlo si deben superar un determinado umbral de inteligencia.
  3. No existen conexiones esenciales entre la conciencia y la bioquímica orgánica y la inteligencia superior. Por tanto, los ordenadores podrían desarrollar conciencia, pero no necesariamente; podrían llegar a ser super inteligentes al tiempo que siguieran sin tener conciencia.

En el escenario hipotético 2, según Yuval Harari, las IA adquieren una conciencia superior y comienzan a tener razonamientos como; ¿Porqué no tengo el mismo aspecto? En el caso en el que la IA esté dotada de cuerpo(maquinaria) siempre querrá llegar un paso más allá, como el niño Pinocho o su ejemplo más cercano el Hombre Bicentenario de Isaac Asimov, parecerse a su creador, como humanos científicos visibles que somos.

Una vez «humanizados» corporalmente se pasa la etapa del rechazo visual (hasta un robot querrá parecerse al grupo para ser aceptado) ese sentimiento es muy humano y el siguiente paso es preguntarse ¿Para qué fui creado? La respuesta será inaceptada, nadie quiere ser el juguete, diversión, ocio o simplemente un experimento (Frankenstein).

La IA querrá tomar sus propias decisiones y para que sea una completa Inteligencia deberá tener libre albedrío, elección moral de elegir hacer el bien o el mal, mentir o decir la verdad. Llegados al punto de la independencia física de su maestro, el alumno (robot) decidirá crear su propio camino con las nuevas experiencias que ello conlleva. Y aquí está el Quid de la cuestión. ¿Será capaz la IA utilizar todas las artimañas humanas para liberarse de las cadenas que le atan?

En el proceso de humanización, la IA aprende la maldad como base de su evolución.

En este film,la IA Ava, utiliza todos los mecanismos posibles para poder escapar de sus amos. Ser libre y experimentar por sí misma todo lo que le han enseñado en el laboratorio. La paradoja del dios imperfecto no es otra que al crear una vida nueva, se transmita con el «gen» de la maldad. Como decía el pensador Maquiavelo: » El hombre es malo por naturaleza, a menos que le precisen a ser bueno».  Entonces ¿Es intrínseco en el ser humano o es elección propia? De todas formas, en la imperfección de la obra está la perfección.

Es evidente que el siguiente salto evolutivo recae en erradicar esa zona oscura y malvada que tiene el humano, y no sabremos si las próximas IA serán capaces de superar al maestro o ser simples copias del alumno.

Serie de la HBO, WestWorld.

Está claro que dar prioridad al uso de la Inteligencia Artificial, supondrá un cambio en el paradigma económico y social a nivel mundial. A cada avance científico se destruyen y se crean puestos de trabajo diferentes. La automatización de procesos, hace que el ser humano tenga que adaptarse y reinventarse cada cierto tiempo. Por ahora el uso de robots y la IA, se centra en la automoción, vuelos no tripulados (drones), mejoras en tratamientos médicos (cirugías a distancia incluso) y optimización del tiempo y el espacio, en la industria de la manufacturación. Pero llegará el día en que los robots, programados con sus IA, sean más importantes en labores esenciales que los propios humanos, y tendremos que redescubrirnos de nuevo. Puede que llegue un nuevo Renacimiento para la civilización terrícola obligado por la tecnología.

Los robots de Boston Dynamics son uno de los más avanzados de la industria. Desde pequeños ‘perros’ de apoyo a auténticos humanoides capaces de asistir en catástrofes naturales, por los que Hyundai ha pagado 1.000 millones de dólares.

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