El rapto de Perséfone, versión extendida.

(El rapto de Perséfone – Alessandro Allori).

Estaba deseando contar este mito, pero no me digan que no es adecuada esta entrada cuando quedan exactamente cinco días para el equinoccio de otoño y la llegada de Kore (otro de sus nombres, significa muchacha) al Inframundo.

Περσεφόνη

(Perséfone – Christian Friedrich Tieck).

Aunque Perséfone es una de las pocas mujeres «privilegiadas» (entre comillas que ser secuestrada de privilegio tiene poco) de la mitología, la realidad es que su importancia empieza con el capricho de un hombre. Nada nuevo bajo el sol.

Atributos:

  • adormidera.
  • antorcha.
  • cetro.
  • belleza velada.
  • espigas.
  • granada.
  • jarra.
  • narcisos.

De nuevo, nos enfrentamos a varias versiones de un mito, pero nos vamos a quedar con la del Himno Homérico, que por ahora es la más completa, y con la versión helenística. Si mal no recuerdo hay pocas diferencias entre la una y la otra: la localización y los dioses que son testigos del ultraje, por ejemplo.

(Narcisos – William Waterhouse).

En el primero se cuenta que la diosa estaba recogiendo narcisos rodeada de sus primas o sirvientas, lo que más guste a los lectores. Tierra, a petición de Hades, hace que crezca una flor preciosa que llama la atención de Perséfone y, cuando se acerca para recogerla, la superficie se abre y surge el dios con su carro dorado para atraparla y llevarla dirección a los Infiernos. El lugar del rapto, según el himno, es una llanura ficticia llamada Nisia. Solo Hécate (mi diosa) y Helios escuchan los gritos desesperados de Perséfone. Deméter se inquieta pronto, pero aunque pregunta a todo ser viviente nadie es capaz de decirle dónde está su hija (el soborno fue potente aquí). Emprende un viaje de nueve días, ayunando todo el camino hasta que encuentra a Hécate y juntas van a preguntar a Helios sobre lo que ha pasado. Por supuesto que Helios sabe, para mí es el dios vieja del visillo porque desde su lugar privilegiado en el cielo lo ve absolutamente todo y de todo se entera, tampoco es que se esfuerce mucho en apartar la vista o quitar el oído (tengo un vecino igualito, quizás es su reencarnación y yo aquí echando pestes de él todos los días). Una vez que la diosa de la agricultura se entera de que ha sido su hermano Hades y que Zeus lo ha permitido (solo le sorprende a ella), se marcha del Olimpo y se esconde entre los mortales. Lo que sucede durante su ausencia, el lector puede verlo aquí.

(The Abduction of Proserpina – Joseph Marie Vien).

Sin embargo, que Deméter abandone sus obligaciones es bastante grave y, ante el temor de que la humanidad muera de hambre (podrían habernos dejado la verdad), Zeus envía primero a Iris a agasajarla con regalos de parte de todos los dioses y, ante la persistente negativa, después manda a Hermes al Inframundo para convencer a Hades de que libere a Perséfone, pero nadie gana al señor del Inframundo a perro viejo, así que le da a su querida seis semillas de granada para que no desfallezca por el largo camino que le espera.

Seis semillas.

Seis meses.

Una estación.

Aunque ahora conocemos cuatro estaciones, para los griegos habían tres: primavera, verano e invierno. Son conocidas como las Horas.

(Horae Serenae – Edward John Poynter).

Ahora bien, después de la época helenística, el rapto de Perséfone se emplaza en Sicilia, notable por sus ricos campos de cereales. Sin duda, un lugar donde cabría esperar encontrar a la diosa Deméter. Según una de estas versiones, Hades abre una grieta en la región de Siracusa, provocando que la fuente de Cíane (la fuente Azul) brote de ese lugar. En la versión de Ovidio, la fuente ya existe y Cíane, la ninfa, intenta por todos los medios frustrar los planes de Hades, pero el dios dirige su carro directamente a la fuente y abre una brecha en la tierra. Cíane se convierte en lágrimas de pura humillación y frustración por el destino de Perséfone.

Bueno, pues resulta que una vez reunidas madre e hija, la primera entiende que no le queda más remedio que llegar a un acuerdo porque la segunda está inevitablemente ligada al Reino de los Muertos después de haber consumido algo que allí crece por lo que se decide dividir el tiempo de Perséfone entre su madre y su marido. ¿Y qué quiere ella? A ella nadie le pregunta, para qué, no vaya a ser que tenga una opinión propia sobre su persona y su futuro.

(Demeter and Persephone – Walter Crane).

Desde marzo hasta septiembre, Perséfone vive en la calidez del reino de su madre, siendo a menudo identificada con ella cuando se habla de cultivos y agricultura. Y, el resto del año, Perséfone yace con Hades entre los lujos del Inframundo.

Cuando desciende al Inframundo por primera vez no está sola y desamparada, tiene a Hécate que actúa como su guía y mentora. Además, después le consagran un bosque cuya principal misión es perturbar el juicio de los mortales y hacerles olvidar… Bueno, Perséfone ama su bosque.

Antes la llamé privilegiada porque no es la típica esposa jarrón ya que ocupa el lugar que le corresponde al lado de su rey y llega incluso a tener el mismo poder que él sobre las decisiones y destinos de las almas que llegan. Una gran diferencia respecto al resto de reinas como Hera (Zeus) o Anfítrite (Poseidón). Podemos encontrar rastros de su influencia en La Odisea, cuando envía espíritus de mujeres muertas para atormentar al héroe; es ella quien permite que Tiresias conserve sus dones incluso después de muerto; quien da la libertad a Sísifo y quien deja partir a Heracles con Cerbero o a Orfeo con Eurídice.

(El rapto de Proserpina – Brueghel el joven).

Se encarga de criar al joven Adonis, de quien se enamora (y a Hades le importa un comino y medio), pero debe compartirlo con Afrodita bajo orden expresa de Zeus, así que se lo pasan de la misma manera que Deméter y Hades a la propia Perséfone (a los dioses les fascina convertir a la peña en metafóricas pelotas). Eso sí… ella tenía unos celos tremendos, pues cuando la Ninfa Minte se paseó por allí haciendo alarde de recuperar a Hades como su amante, nuestra pequeña flor la convirtió en la planta menta y hala, asunto solucionado y un condimento riquísimo que ha llegado hasta nuestros días.

Mención y apreciación especial a la obra en escultura de Bernini porque estoy muy obsesionada y nunca son suficientes las veces que la veo. Ojalá llegue el día que pueda admirarla en persona. Si tú ya lo has hecho, espero que seas consciente de tu suerte, lector.

¿Esas manos? Por favor.