«Al amanecer me llamo Khepri, al mediodía Ra y al atardecer Atum».

Ra fue concebido como el dios sol por lo que fue personificado casi siempre con el cuerpo de un hombre y la cabeza de un halcón, misma forma que Horus tendría más tarde y cuya única manera de diferenciarlos sería el adorno de sus cabezas pues mientras que el Dios Primigenio tiene el disco solar y la cobra que representa su poder y su fuerza, el hijo de Isis y Osiris porta una corona. También lleva en una mano un cayado y el ankh en la otra. El ankh es un símbolo de vida muy usado para que el dios insufle salud y vida eterna en el rey de turno y lo encontramos en templos y tronos. Estos dioses a veces eran dos, pues es un símbolo que se le tribuye mucho al sabio Thot.

En la entrada de hace dos semanas, esta de aquí por si te la perdiste, vimos que Ra tenía un ojo, pero que necesitó un segundo ojo para seguir con la creación y se trata de otra simbología que lo representa. Un ojo es la representación del sol (el derecho) que se atribuye a Ra y engloba la masculinidad, la energía del yang, la razón, las matemáticas, las ciencias, las lenguas y es símbolo de creatividad y buena fortuna. El otro ojo es la representación de la luna (el izquierdo) y fue atribuido a Horus pues representa la feminidad, el principio del ying, la naturaleza humana, las emociones, la energía sexual, la intuición y la magia, además de los poderes curativos y la protección.

Ra podía manifestarse de diferentes formas según el momento del día, de ahí el título que corona esta entrada. Khepri era el dios del escarabajo pelotero que tenía un culto mucho más antiguo que Ra, pero los sacerdotes lo asimilaron con su figura, hecho que se repite en varias ocasiones. No en vano, por otra parte, pues los antiguos egipcios se dieron cuenta de que el escarabajo pelotero deposita sus huevos en estiercol y lo hace rodar por el suelo hasta que se convierte en una bola. Ellos pensaban que la bola simbolizaba el sol porque era redondo, fuente de vida, y desprendía calor. Así, el dios Ra empuja el sol por el cielo como si fuera un escarabajo gigante. Siendo Khepri su representación era de cuerpo humano con un escarabajo sobre su cabeza, el cayado y el ankh. Por eso, los egipcios tallaban hermosos escarabajos que colocaban en las tumbas de sus muertos.

Al mediodía, cuando la esfera solar estaba en lo más alto del cielo, adoptaba su propia forma.

Sin embargo, al atardecer adquiría el carácter de Atum/Atem que se trata, de hecho, de la representación más antigua del dios sol y es bajo la misma que los egipcios pensaban que Ra creó el universo partiendo del caos. Fue representado de forma totalmente humana, sin ninguna parte animal y muy adorado por su vinculación con los muertos porque viajaba en la barca solar las últimas horas del día y se enfrentaba a sus enemigos en el transcurso de la noche. Los espíritus abandonan sus cuerpos y esperan en el Valle del Tuat y embarcan justo cuando el sol comienza a desaparecer por el horizonte y se adentra en el mundo subterráneo y Atem lleva las riendas.

Por supuesto, además de su capacidad de metamorfosis, está vinculado con otras divinidades porque a los egipcios las fusiones los volvían locos. Así que desde muy pronto vinculan a Ra con Horus y nace Herakhty que fue dibujado con cabeza de halcón; otro ejemplo, cuando Amón y los sacerdotes tebanos dominaban Egipto durante el Imperio Medio lo asimilaron en el Alto Egipto como Amón-Ra y fue adorado en Tebas, en el templo de Karnak.

El viaje.

Todo este viaje diario surge porque los egipcios no entendían que el sol, que era fuego, resurgiera del mar cada amanecer como si nada, así que siendo fieles a su carácter antiguo con necesidad de entender el mundo crearon todo un episodio mitológico a su alrededor. Representaron al sol saliendo de las aguas de Nun en una embarcación que podía flotar y navegar a través del aire durante el día que siempre finalizaba de forma victoriosa sobre la oscuridad, así los egipcios propiciaban que los hombres y mujeres vivieran. Al estar su visión del mundo determinada por los dos grandes momentos del día eso se extendió no solo a la figura de Ra, sino también a su barca que en la primera parte del viaje recibía el nombre de Matet (llegar a ser más poderoso) y en la segunda parte, Semket (llegar a ser débil).

Las diferentes representaciones de Ra se sentaban en medio, Horus llevaba el timón, al mismo tiempo que Thot y Maat escribían el curso diario para la embarcación y estaban junto al timonel para aprobar el rumbo que tomaba. Al morir, el rey de Egipto acompañaba a los dioses durante sus viajes y se encargaba no solo de remar en proa, sino de abrir las cajas de Ra, romper los edictos sellados, enviar a sus mensajeros y guardar la jarra de agua fría del dios.

El sol se asentaba en Manu (las montañas del ocaso) y con la embarcación del atardecer llegan al mundo subterráneo llamado Tuat. Como era imposible contemplar un viaje nocturno sin los peligros correspondientes, la barca a menudo era atacada por sus enemigos deseosos de encontrar una oportunidad para destruir y derrocar a Ra que siempre iba muy bien acompañado de otros dioses fuertes y sabios. Se les llamó Sebau (legión de demonios) y el peor de todos ellos era Apopis que adoptaba la forma de una serpiente. Sí, esa serpiente que suele llevar Ra en la cabeza porque la derrota diaria de Apopis que representaba la estabilidad del mundo es considerado el símbolo de su poder. Sus batallas no solo hicieron crecer a Ra como dios, sino también a la serpiente como enemigo por lo que en un momento llegó a personificar la parte más oscura de la noche y ejecutaba tal cantidad de ataques contra la embarcación y los dioses que Ra se transformó en gato, animal sagrado para los egipcios, para cortar la cabeza de la serpiente y así derrotarlo. Pero su destino no consistía solo en perder su cabeza a causa de las zarpas de un minino, sino que lo ataban con cadenas, lo herían con lanzas y era desmembrado con cuchillos al rojo vivo para ser quemado y consumido por el fuego. El resplandor rosado en el cielo al atardecer era atribuido a la sangre que emanaba de Apopis, derrotado y herido. Y, al amanecer, Ra como Khepri surgía a salvo de las batallas que había tenido durante la noche.

El dios y el fénix.

El fénix (nombre griego) era un animal mitológico con su origen en la garza y que, evidentemente, se vinculó con Ra porque imitaba al sol que emergía de las aguas cuando iniciaba su vuelo. Su nombre egipcio es bennu (resplandecer, alzarse) y tenía un largo pico, un cuerpo grácil, patas largas y dos preciosas plumas cayendo desde la parte posterior de su cabeza. Debido a que existía eternamente fue atribuido también a dioses como Osiris y Horus, podemos encontrar un pasaje donde hablan de la criatura en el Libro de los Muertos:

Yo asciendo como el Dios Prirmordial y asumo formas…

Yo soy Horus, el dios que proporciona luz gracias a su cuerpo.

Sin embargo, la imagen que tenemos del fénix como ave enorme y majestuosa cuyos colores principales son los derivados del mismísimo fuego en el que arde para renacer de sus cenizas se la debemos a Herodoto quien nos transmite, aunque no está muy de acuerdo con el relato, que la criatura tan grande como un águila viajaba desde Arabia para transportar al santuario de Helios el cuerpo de su padre transformado en un huevo de mirra lo más grande que puede cargar.

El declive.

La mitología responde a los deseos y necesidades de las personas que la crean, eso ya nos ha quedado claro a estas alturas, por lo que no es de extrañar que los egipcios tuvieran un dios anciano que merecía su respectiva jubilación después de toda una vida trabajando de sol a sol. Así que nos encontramos con un Ra cansado de la rutina diaria de salir por el Este y ocultarse por el Oeste, siempre alerta por el peligro inminente. Deseaba delegar en sus hijos, pero eso no significa que le resultara fácil reconocer que ya no era el mismo dios de sus años mozos y sí, como los humanos, se aferró al trono y al poder todo el tiempo que pudo. Y los mismos humanos que necesitaban estas representaciones fueron los que se burlaron y menospreciaron al dios una vez que comenzó su caída.

Ra se lamenta ante Nut que se transforma en una vaca para sustituir la barca y que el viaje fuera menos fatigoso hasta que sus miembros empezaron a resentirse por el esfuerzo. Ra buscó ayuda en Shu que se comprometió a soportar el vientre de Nut. Cuando los hombres de la tierra vieron todo esto sintieron arrepentimiento y armados y preparados para combatir contra sus enemigos decidieron unirse al viaje para proteger a Ra, perdonando el dios de esta forma sus pecados. Geb, dios de la tierra, adoptó las medidas necesarias para que los problemas no se repitieran. Thot es llamado para registrar los castigos infligidos por el dios a la humanidad y se convierte en el delegado de Ra y en su representante en la tierra. Ra creó al ibis para que acompañara al sabio Thot y fuera su mensajero entre los hombres y, según parece, concedió la existencia al mono para ayudar a expulsar a sus enemigos. Al menos, esta es la historia que cuenta la tumba de Seti I en el Valle de los Reyes.

Pero para que Ra conozca su verdadero final aún queda y su responsable no es ningún dios, sino una diosa con una meta muy clara.