La gestión del miedo y el temor es el segundo paso que hay que dar en la empinada escalera que lleva al húmedo y oscuro ático de nuestra mente. No sentir pánico o pavor por cualquier elemento que nos rodea y que no podemos controlar, es casi imposible, a todo el mundo se le ha puesto los pelos de punta al cruzar un oscuro pasillo, al subir unas escaleras estrechas o bajar al sótano abandonado a por más velas. El problema no es sentir el miedo, es mantener la calma e intentar no salir despavorido como una pollo sin cabeza.
El primer paso que hay que dar (para la verdadera gestión) es asimilar que es normal tener temor a una situación como esa. No debemos catalogarnos como miedosos ni cobardes. La diferencia entre un valiente y un cobarde no es la imposibilidad de sentir el miedo, el valiente aún teniéndolo, actúa enfrentándose a él, en cambio el cobarde rehuye o lo esquiva.
Una vez asimilado que todos podemos bloquearnos, debemos pensar el porqué, la raíz de ese problema. ¿Qué nos paraliza? ¿Es por la sombra oculta?¿Por la sonrisa demoníaca?¿Porque nos recuerda a un trauma anterior? Son muchos los factores a tener en cuenta, lo importante es pensar en ello como algo externo a nosotros, me explico; No hay que culparse por ello y debemos romper la barrera de la verguenza. Hablar sobre el tema con alguien cercano puede ayudar, un amigo, un familiar, pareja etc. ellos desde su cercanía pueden darnos otro punto de vista diferente y calmar nuestras ansias.
Un problema bastante común en nuestra sociedad y en los tiempos tan acelerados en los que vivimos, son los ataques de ansiedad. Como vimos en la Parte I ¿Qué es el miedo?, las crisis de ansiedad son una respuesta del organismo ante situaciones límites, que se caracteriza por una sensación de angustia leve o miedo, y la aparición de aceleración del ritmo cardíaco y la respiración, sudoración o sensación de flojedad. Es algo normal y que incluso puede ayudar a aprender cómo afrontar situaciones complicadas. La sintomatología y las casusas pueden variar en cada persona.
La crisis de ansiedad no debe confundirse con lo que en psiquiatría se denomina como trastorno de ansiedad generalizado. Mientras que en este caso la persona se encuentra permanentemente mal o de forma recurrente. Quienes sufren una crisis de ansiedad se encuentran perfectamente antes de que ocurra o entre una crisis y otra.
Ante un momento de crisis, lo primero es mantener la calma, no dejarse llevar por el miedo y tratar de normalizar la respiración inspirando por la nariz y expirando por la boca de forma rítmica y cada vez más pausada. Tomarse el pulso mientras se realiza esta maniobra permitirá comprobar como el ritmo cardíaco recupera poco a poco la normalidad. Hablar con alguien siempre ayuda, no debes tener miedo de compartir tus temores y sensaciones. Una vez reconocido y asumido que tenemos un temor (racional o no) podemos buscar información acerca de él. Si es un transtorno psicológico lo ideal es buscar ayuda en terapeutas, psicólogos y psiquiatras especializados en el tema. Tener el punto de vista profesional y comprender el origen de nuestro miedo es un paso importante para desterrarlo de nuestra mente.
Adquirir hábitos saludables rebajará nuestra ansiedad como por ejemplo: Ejercico físico donde podamos relajar tensiones, mantener unas rutinas bien plantadas de alimentación y horarios, o tener un círculo de amistades empáticas y positivas.
Si en el caso de que no se trata de alguna patología (irracional o creencias) también recomiendo buscar información acerca de ello. ¿Te atemoriza ser abducido por extraterrestres?¿Crees en los muertos vivientes? La ciencia tiene mucha de las respuestas que creemos a pies juntillas de las leyendas y fábulas, casi todo se puede explicar y razonar, y la ciencia ha desmontado mucho de esos «fantasmas» o «fenómenos» que nos atemorizan bajo la cama cada noche.
(el demonio que te persigue una y otra vez en cada sueño)
Para terminar esta mini-guía, debes celebrar tus progresos. Cualquier profesional te dirá que hay que ponerse pequeñas etapas antes de llegar a la meta final. Aquí es lo mismo. Cada día avanza un paso más en ese pasillo oscuro antes de regresar corriendo, baja un escalón más a ese sótano sin luz, canta esa melodía que te martiriza en voz baja, mira ese espejo que tanto deforma tu vida interior un segundo más. Cada paso que hayas conseguido es un metro más cerca de la meta. Saboréalo, disfruta y habrás vencido.
Si todo funciona, has vencido el miedo y has sabido gestionar tus emociones de forma correcta. ¡Pero cuidado! Si ese temor persiste, si ese fantasma no tiene respuesta científica o racional, huye. ¡Corre lo más lejos que puedas!