Las alas de Ícaro.

Todos sabemos quién es Ícaro y qué le pasó porque a menudo lo usan como metáfora para educar a los niños y no tan niños, ¿pero cuál es su leyenda?

(Ícaro y Dédalo – Frederic Leighton).

Todo empieza con Dédalo, hijo de Eupálamo y Alcipe, nieta del rey ateniense Cécrope. Era un famoso herrero y arquitecto, inventor por antonomasia: concibió la barrena, la plomada, la cola, la escultura. Realizaba incluso estatuas animadas con la ayuda de su sobrino de quien, por supuesto, Dédalo estaba celoso, así que un día decidió que era buena idea despeñarlo por la Acrópolis (estos griegos), pero Atenea lo sostuvo en el aire y lo convirtió en perdiz. Dédalo fue desterrado y se refugió en Creta donde reinaban Minos y Pasífae.

Por tanto, Ícaro es hijo del famoso arquitecto Dédalo y de una esclava llamada Naúcrate. Por cosas de la vida ambos son prisioneros del rey Minos (sí, el del Toro de Creta o cómo tocarle las bolas a Poseidón a dos manos y sufrir las consecuencias). Vamos, que Dédalo le construyó una vaca de madera a la reina porque el dios de las aguas hizo que se obsesionara con el toro que no quisieron sacrificarle y, de esa unión, nace el Minotauro. Cuando Teseo llega, Dédalo le proporciona a Ariadna el famoso ovillo de lana que salva al héroe del laberinto y, por esa traición, tanto padre como hijo son encarcelados.

(Teseo y el minotauro).

Pues como no puede ser de otra manera, Dédalo termina hasta arriba de la vida de esclavo y decide que quiere pirarse de allí a toda costa, pero tiene muy pocas cosas a favor. ¿Qué se le ocurre? Hacerse unas alitas para él y para su hijo, plan sin fisuras. Deciden que es buena idea ponerse a recolectar plumas y pegarlas con cera a un armazón que imita la forma de los pájaros (desde luego, ¿qué podría salir bien?).

(Dédalo e Ícaro – Charles Paul Landon).

Dédalo le dice que no vuele ni muy alto, porque la cera se derrite, ni muy bajo, porque las plumas se mojan. Curiosamente el invento funciona y consiguen sobrevolar varias ciudades, pero al final Ícaro asciende cegado por la euforia de la libertad y la hermosura de sentir el sol sobre la piel, por lo que las alas se deshacen y cae, sin remedio, al mar.

Dédalo decide bautizar el trozo de tierra cercano a donde Ícaro se hunde bajo el nombre de Icaria.

(The Lament for Icarus – Herbert James Draper).

El inventor consigue llegar a salvo a a Sicilia y queda bajo la protección del rey Cócalo. Allí construye un templo en honor a Apolo y le entrega sus alas como ofrenda.

Lo que queda de ese templo: