Después de publicar mi primera novela, en 2016, titulada Meteora, y de una colección de relatos de ciencia ficción, a mitad de 2019, repasando las decenas de ideas que tenía anotadas en una libreta, me vino a la mente una en particular. ¿Qué pasaría si desapareciera un ser querido y 30 años después volviese a tu vida?, pero claro la pregunta no se iba a quedar así de simple, porque la ciencia ficción forma parte de mi vida, y la pregunta se reformuló de la siguiente manera: ¿Y si ese ser querido que regresa 30 años después, tuviera la misma edad que cuando desapareció? Ese fue el germen de la novela. Sin querer entrar en las paradojas temporales, un tema apasionante para cualquier escritor de ciencia ficción que se precie, encaminé la trama hacia una historia de superación personal.  Como lector asiduo que soy, lo que más me llama la atención en un buen libro es la evolución de los personajes, con esto, ya tienen un lector fiel.

 Otro principal motivo para escribir Cuando el sol se apague es poder contar una historia universal como son las relaciones familiares y los lazos de amistad que perduran en el tiempo, jugando con la ciencia ficción y el misterio. El objetivo de un escritor es poder trasmitir una idea o un sentimiento al lector, abrir un interrogante cuando se acabe el libro y pueda preguntarse: ¿Y si fuéramos capaces de transformar el mundo con nuestras acciones y decisiones?

 Con ese objetivo, ese mismo año, organicé un viaje a La Palma, para empaparme de su ambiente y personajes canarios, arraigados en las costumbres y eventos locales. Tener la isla de La Palma como escenario principal hace de este libro algo muy personal. Las localizaciones como el Observatorio del Roque de los Muchachos (donde trabaja el astro físico Andrés Betencourt, el protagonista de la historia), el entorno del telescopio y el cielo astronómico de La Palma; la arena negra de Playa de Nogales o los cientos de kilómetros de senderos y la diversidad de paisajes que tiene la isla son características fundamentales para la historia.

 Las montañas, las carreteras, el clima, los pequeños pueblos y sus vecinos son el plató perfecto para el desarrollo de esta historia. Nada se parece a la magia que nos brinda las particularidades de La Palma.

 Dediqué el resto del año a escribir y perfilar los personajes, sacando tiempo entre el trabajo y trabajo. Luego llegó el 2020, una pandemia mundial y cambió todo para siempre. Ahora lo que más sobraba era tiempo y sin desaprovechar una oportunidad así, Cuando el sol se apague llegó a su finalización. Tras meses de reescritura y correcciones, un período estresante de cuarentena que se hizo casi infinito, mucha información en las noticias acerca de la desgracia que nos ha tocado vivir con este miserable virus Covid, por fin, puedo decir que el esfuerzo ha valido la pena. Quizás sea mi novela menos afín al género de ciencia ficción puro, pero sí me puedo arriesgar a decir que es la más personal a nivel de personajes y emociones.

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