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Idunn y sus manzanas de la juventud.

(Idunn y las manzanas – J. Doyle Penrose).

Se trata de la personificación de la primavera y de la eterna juventud. Dicen que no tuvo nacimiento y que, por tanto, no tendría muerte. La primera vez que apareció fue bien recibida por los dioses en Asgard, a quienes prometió una ración diaria de las maravillosas manzanas que llevaba en su cofre y por las que era conocida, pues tenían el poder de otorgar la belleza y la juventud.

La brillante Idunn, doncella inmortal,

de pie en la puerta del Valhalla,

tiene rica provisión en su canasta

de raras manzanas doradas;

esas raras manzanas, de otro mundo,

dan nueva vida a los ancianos Æsir.

Se trata del equivalente nórdico de Perséfone, de hecho, incluso existe un mito donde explican el cambio de estaciones y sí, también hay un rapto de por medio.

Cuentan que estaban Odín, Hoenir y Loki en una de sus más que habituales excursiones y que les entró hambre por lo que mataron a una enorme criatura. Sin embargo, el fuego que habían encendido no cocinaba la carne y todo era culpa de un águila que estaba posada cerca y que les pidió todo lo que pudiera comer a cambio de retirar su magia. Los dioses aceptaron, pero a Loki le pareció demasiado y comenzó a atacar al águila, el animal lo arrastró por toda la montaña antes de atender a los gritos de piedad del dios que tuvo que prometer llevar a Idunn fuera de Asgard para que Tiazi, la verdadera identidad del águila, pudiera raptarla y poseer las codiciadas manzanas.

(Loki and Idun – John Bauer).

Loki fue a buscar a Idunn a los bosques de Brunnaker, donde vivía, y la convenció de salir de Asgard hablándole sobre unas manzanas que eran iguales que las suyas, así que la diosa cogió unas pocas de sus manzanas para compararlas con aquellas y juntos abandonaron la seguridad de los terrenos de los dioses. Loki la abandona y ella no es lo suficientemente rápida para huir de las garras de Tiazi que, en su forma animal, cae desde el cielo y la arrastra a Thrymheim donde Idunn palidece, entristece y es consumida, pero no da su brazo a torcer en la valiente decisión de no otorgar al gigante ninguna de sus manzanas.

(Idun being seized by the giant Thiassi – E. Boyd Smith).

Los dioses no sospecharon desde el principio que algo malo pudiera haber pasado, ya que Idunn podría estar con su marido Bragi. Sin embargo, cuando el efecto de las manzanas comenzó a pasar buscaron a la diosa sin encontrarla hasta que les llegó el rumor de que fue vista la última vez con Loki. Y no tuvieron piedad: o recuperaba a la diosa o su vida correría un terrible peligro porque la ira de todo Asgard caería sobre él.

Tomó prestada la capa de halcón de Freyja y voló hasta el reino de Tiazi, transformó a la pobre Idunn en una pequeña golondrina y la agarró con fuerza para volver a Asgard antes de que el gigante notara lo sucedido. Esta parte del plan casi sale bien porque Loki se acercó lo suficiente al reino de los dioses antes de que Tiazi lo alcanzara, pero hizo falta la intervención de los dioses que habían preparado combustible y objetos para hacer arder en cuanto fuera necesario. Loki pasó los muros y apresuraron a poner en marcha el plan, de tal forma que Tiazi fue alcanzado por las llamas y posteriormente asesinado.

Existe otro mito que explica la llegada del otoño y del invierno, pues es algo recurrente y tiene más sentido que la diosa vaya desmayándose por la vida antes que fuera raptada cada estación. Y eso es justamente lo que sucede: Idunn siente un mareo y cae de Yggdrasil hasta los confines del reino de Hela donde queda tendida, inmóvil, y ve pasar los horrores del Niflheim hasta que Odín, al ver que no volvía de su pase habitual, manda a Bragi y a Heimdall a buscarla con una piel de lobo para que pudieran cubrirla con ella y sacarla del estupor en el que se había sumido. Sin embargo, la visión que atemorizaba a Idunn era tan terrible que no hubo forma de calmarla, por lo que Bragi pidió a Heimdall que regresara sin él, pues haría compañía a Idunn hasta que estuviera lista para regresar.

(Idun and Bragi – Smolenskaya on DeviantArt).

El rapto de Perséfone, versión extendida.

(El rapto de Perséfone – Alessandro Allori).

Estaba deseando contar este mito, pero no me digan que no es adecuada esta entrada cuando quedan exactamente cinco días para el equinoccio de otoño y la llegada de Kore (otro de sus nombres, significa muchacha) al Inframundo.

Περσεφόνη

(Perséfone – Christian Friedrich Tieck).

Aunque Perséfone es una de las pocas mujeres «privilegiadas» (entre comillas que ser secuestrada de privilegio tiene poco) de la mitología, la realidad es que su importancia empieza con el capricho de un hombre. Nada nuevo bajo el sol.

Atributos:

  • adormidera.
  • antorcha.
  • cetro.
  • belleza velada.
  • espigas.
  • granada.
  • jarra.
  • narcisos.

De nuevo, nos enfrentamos a varias versiones de un mito, pero nos vamos a quedar con la del Himno Homérico, que por ahora es la más completa, y con la versión helenística. Si mal no recuerdo hay pocas diferencias entre la una y la otra: la localización y los dioses que son testigos del ultraje, por ejemplo.

(Narcisos – William Waterhouse).

En el primero se cuenta que la diosa estaba recogiendo narcisos rodeada de sus primas o sirvientas, lo que más guste a los lectores. Tierra, a petición de Hades, hace que crezca una flor preciosa que llama la atención de Perséfone y, cuando se acerca para recogerla, la superficie se abre y surge el dios con su carro dorado para atraparla y llevarla dirección a los Infiernos. El lugar del rapto, según el himno, es una llanura ficticia llamada Nisia. Solo Hécate (mi diosa) y Helios escuchan los gritos desesperados de Perséfone. Deméter se inquieta pronto, pero aunque pregunta a todo ser viviente nadie es capaz de decirle dónde está su hija (el soborno fue potente aquí). Emprende un viaje de nueve días, ayunando todo el camino hasta que encuentra a Hécate y juntas van a preguntar a Helios sobre lo que ha pasado. Por supuesto que Helios sabe, para mí es el dios vieja del visillo porque desde su lugar privilegiado en el cielo lo ve absolutamente todo y de todo se entera, tampoco es que se esfuerce mucho en apartar la vista o quitar el oído (tengo un vecino igualito, quizás es su reencarnación y yo aquí echando pestes de él todos los días). Una vez que la diosa de la agricultura se entera de que ha sido su hermano Hades y que Zeus lo ha permitido (solo le sorprende a ella), se marcha del Olimpo y se esconde entre los mortales. Lo que sucede durante su ausencia, el lector puede verlo aquí.

(The Abduction of Proserpina – Joseph Marie Vien).

Sin embargo, que Deméter abandone sus obligaciones es bastante grave y, ante el temor de que la humanidad muera de hambre (podrían habernos dejado la verdad), Zeus envía primero a Iris a agasajarla con regalos de parte de todos los dioses y, ante la persistente negativa, después manda a Hermes al Inframundo para convencer a Hades de que libere a Perséfone, pero nadie gana al señor del Inframundo a perro viejo, así que le da a su querida seis semillas de granada para que no desfallezca por el largo camino que le espera.

Seis semillas.

Seis meses.

Una estación.

Aunque ahora conocemos cuatro estaciones, para los griegos habían tres: primavera, verano e invierno. Son conocidas como las Horas.

(Horae Serenae – Edward John Poynter).

Ahora bien, después de la época helenística, el rapto de Perséfone se emplaza en Sicilia, notable por sus ricos campos de cereales. Sin duda, un lugar donde cabría esperar encontrar a la diosa Deméter. Según una de estas versiones, Hades abre una grieta en la región de Siracusa, provocando que la fuente de Cíane (la fuente Azul) brote de ese lugar. En la versión de Ovidio, la fuente ya existe y Cíane, la ninfa, intenta por todos los medios frustrar los planes de Hades, pero el dios dirige su carro directamente a la fuente y abre una brecha en la tierra. Cíane se convierte en lágrimas de pura humillación y frustración por el destino de Perséfone.

Bueno, pues resulta que una vez reunidas madre e hija, la primera entiende que no le queda más remedio que llegar a un acuerdo porque la segunda está inevitablemente ligada al Reino de los Muertos después de haber consumido algo que allí crece por lo que se decide dividir el tiempo de Perséfone entre su madre y su marido. ¿Y qué quiere ella? A ella nadie le pregunta, para qué, no vaya a ser que tenga una opinión propia sobre su persona y su futuro.

(Demeter and Persephone – Walter Crane).

Desde marzo hasta septiembre, Perséfone vive en la calidez del reino de su madre, siendo a menudo identificada con ella cuando se habla de cultivos y agricultura. Y, el resto del año, Perséfone yace con Hades entre los lujos del Inframundo.

Cuando desciende al Inframundo por primera vez no está sola y desamparada, tiene a Hécate que actúa como su guía y mentora. Además, después le consagran un bosque cuya principal misión es perturbar el juicio de los mortales y hacerles olvidar… Bueno, Perséfone ama su bosque.

Antes la llamé privilegiada porque no es la típica esposa jarrón ya que ocupa el lugar que le corresponde al lado de su rey y llega incluso a tener el mismo poder que él sobre las decisiones y destinos de las almas que llegan. Una gran diferencia respecto al resto de reinas como Hera (Zeus) o Anfítrite (Poseidón). Podemos encontrar rastros de su influencia en La Odisea, cuando envía espíritus de mujeres muertas para atormentar al héroe; es ella quien permite que Tiresias conserve sus dones incluso después de muerto; quien da la libertad a Sísifo y quien deja partir a Heracles con Cerbero o a Orfeo con Eurídice.

(El rapto de Proserpina – Brueghel el joven).

Se encarga de criar al joven Adonis, de quien se enamora (y a Hades le importa un comino y medio), pero debe compartirlo con Afrodita bajo orden expresa de Zeus, así que se lo pasan de la misma manera que Deméter y Hades a la propia Perséfone (a los dioses les fascina convertir a la peña en metafóricas pelotas). Eso sí… ella tenía unos celos tremendos, pues cuando la Ninfa Minte se paseó por allí haciendo alarde de recuperar a Hades como su amante, nuestra pequeña flor la convirtió en la planta menta y hala, asunto solucionado y un condimento riquísimo que ha llegado hasta nuestros días.

Mención y apreciación especial a la obra en escultura de Bernini porque estoy muy obsesionada y nunca son suficientes las veces que la veo. Ojalá llegue el día que pueda admirarla en persona. Si tú ya lo has hecho, espero que seas consciente de tu suerte, lector.

¿Esas manos? Por favor.