(Aeneas meeting with his father in the Elysium – Sebastiaen Vrancx).
Como ya hablamos en la entrada sobre el dios griego Hades, se asume con toda naturalidad que su reino se encuentra en algún lugar bajo tierra, aunque para los griegos se encuentra en los confines occidentales.
Se duda también acerca de cuál es la manera exacta que existe de entrar ya que, en la misma Ilíada, los espíritus de Patroclo y Héctor se desvanecen en el aire y se introducen en la tierra sin más preámbulos, pero en la Odisea, Odiseo se dirige hacia el oeste cruzando el océano exterior para llegar a la tierra envuelta en neblina de los cimerios y vara allí su barco hasta encontrar el lugar donde se cruzan los ríos infernales. Por otro lado, también tenemos a Heracles que para sacar a Cerbero debe buscar la vía por una cueva sin fondo en Ténaro, al sur del Peloponeso.
Entonces, ¿dónde está el Inframundo y cómo podemos acceder a él? Las respuestas serían en los confines del mundo y depende de si estás muerto o estás vivo. Ya hemos visto que los vivos, como es de esperar al invadir una tierra de la que aún no forman parte, lo tienen bastante más difícil mientras que a los muertos los guía Hermes una vez que entramos en el periodo clásico ya que estamos hablando del dios más culo inquieto de todo el panteón.
¿Y qué es lo que guía Hermes? Pues lo único que sobrevive de la persona: la tenue psyche que parte del cuerpo en el momento de la muerte. Es, por tanto, el aliento de partida y el espectro que toma posesión como continuación del ser de la persona fallecida.
(Eneas y la Sibila en el Inframundo – Jan Brueghel el Joven).
Una vez que consigues descender te encuentras con que no hay uno, sino cuatro ríos infernales: el Estigia (el Detestable), el Aqueronte (el Afligido), el Cocito (de las Lamentaciones), el Piriflegetonte (el Ardiente) y el Leteo (el del Olvido). Los dos más conocidos tanto en la cultura popular actual como en los mitos son el Estigia por el que Caronte te lleva con su barca y el Leteo de donde debes beber para dejar atrás todo lo que una vez te convirtió en humano.
Pero cruzar no es gratis y esperemos que tu familia o amante o amigo o compañero de batallas o simplemente alguien que, literalmente, se apiade de tu alma, te haya dado un entierro adecuado y colocado en tu boca un dracma de oro para Caronte o, lo más probable, es que te quedes para siempre en el Limbo, una tierra tenebrosa que contiene praderas de asfódelos y alguna que otra arbolada o colina. De dónde surge este siniestro personaje es algo que aún no podemos sacar en claro puesto que podría ser tanto una figura muy antigua procedente de la creencia popular como una invención literaria del periodo arcaico.
(La barca de Caronte, Sueño, Noche y Morfeo – Luca Giordano).
Homero extiende la idea de que existen unas puertas en la imaginería de los Infiernos y Hades es el guardián de las mismas, aunque ya hemos visto que Hécate también puede poseer un jugoso juego de llaves. Aunque, por supuesto, el guardián final es nuestro perrete favorito: Cerberos.
Se supone que en este punto es donde podría llevarse a cabo un juicio por cada alma que decidirá dónde debe pasar el resto de la eternidad. No todos los autores están a favor de esta idea, pero es innegable que llega un momento (el culmen de la filosofía de Platón) donde se extiende la idea de que Minos, Radamantis y Éaco son los tres jueces. Todos conocidos por su sentido de la justicia y su sabiduría, reyes o miembros de la familia real. Los muertos son consignados por ellos a una región mejor o peor según sus méritos.
Una vez que el veredicto es definitivo las puertas se abren y puedes ser enviado a dos lugares:
- Campos Elíseos o Isla de los Bienaventurados, a donde se llega mediante gracia divina otorgada en especial a los héroes y heroínas cercanos a los dioses. Hay un poema de Píndaro que dice así: Y allí las brisas oceánicas abrazan las Islas de los Bienaventurados. Las flores de oro relucen, unas y otras brotan de la tierra, de los brillantes árboles y a las demás las nutre el agua, entrelazándose en manos con guirnaldas y coronas, bajo los justos designios de Radamantis, al cual tiene el gran padre y esposo de Rea, de elevado trono como consejero. Los afortunados enviados a este reino disfrutaban, para siempre y en un entorno ideal, del tipo de vida que los griegos bien posicionados mantenían lúdica y activa. Sin embargo, se cree que, en base a este tipo de descripción, no se encontraba bajo tierra, sino en algún territorio lejano en la superficie de la tierra.
- El Tártaro, donde son enviados aquellos que ofenden a los dioses y que son sometidos a castigos y torturas crueles e ingeniosas. Allí podemos encontrar al gigante Ticio tumbado en el suelo con dos buitres que picotean su hígado por haber tratado de violar a Leto, la madre de Apolo y Artemisa; a Tántalo condenado a hambre y sed eternas por haber abusado de la confianza de los dioses y a Sísifo que carga con una enorme piedra hasta lo alto de una colina sin posibilidad de descanso o de liberación después de haber intentado escapar al mundo superior por medio de un engaño.
(Pintura del Inframundo – Jacob Isaacsz Van Swanenburg).